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La cárcel invisible de la drogadicción

En los úl

timos años, el consumo de drogas ilegales de alto poder adictivo (Cocaína, Pasta básica de cocaína, Heroína, etc.) se ha convertido en un problema de emergencia epidemiológica mundial, ya que genera un deterioro de la salud y específicamente del funcionamiento cerebral, el cual se manifiesta con daños frecuentemente irreversibles, que impactan notablemente en la dinámica socioeconómica de los países que transitan por esta realidad. Por eso, es importante tener claros los conceptos que definen, clasifican, pronostican y permiten un abordaje adecuado de esta patología.


Empezaremos con el término adicción. La adicción se define como un hábito que domina la voluntad de una persona. Se trata de la dependencia a una sustancia, actividad o relación interpersonal. La adicción controla los pensamientos y los comportamientos de los individuos que solo buscan conseguir o realizar lo deseado. Es importante distinguir entre un hábito consumista y una adicción. Una persona que tiene el hábito de beber una copa de vino al día no es adicta; en cambio, el individuo que siente la necesidad de beber todos los días y no puede detenerse, sufre de una adicción.


Cuando hablamos específicamente de la adicción a drogas o drogodependencia, nos referimos a la imposibilidad, a pesar del esfuerzo de la persona, de interrumpir el consumo - que es cada vez mayor - a pesar del pleno conocimiento de las consecuencias: reducción de las actividades cotidianas debido a la ingesta de la droga y el sufrimiento de un síndrome de abstinencia cuando se suspende el consumo.


La disfuncionalidad generada por la drogodependencia es similar a la de otras enfermedades claramente invalidantes como las cardiovasculares (coronariopatías, Infartos al miocardio, Hipertensión arterial, etc.), pues ambas perturban el funcionamiento normal del cuerpo humano y tienen efectos perjudiciales para la salud que son, en muchos casos, previsibles y tratables.


En el caso de la drogodependencia, aparte del daño generado en múltiples órganos (dependiendo del tipo de droga que se consuma), se observan cambios funcionales en los circuitos cerebrales que regulan conductas básicas de comportamiento humano. Estos circuitos se encargan de regular el sistema de la recompensa (encargado de producir sensaciones placenteras cuando estamos frente a situaciones de disfrute), el estrés y el autocontrol, generando la imposibilidad de disfrutar si es que no intermedia el consumo de la sustancia adictiva. Además, generan disminución de la resistencia al estrés y pérdida de la capacidad de control que se expresa en impulsividad, irritabilidad e intolerancia. Estos cambios pueden durar mucho tiempo después de que la persona deje de consumir.


No existe un factor único y determinante que prediga si una persona se volverá adicta, pero en general se consideran factores de riesgo observables en la niñez el comportamiento agresivo, la negligencia, la falta de habilidades sociales, el acceso indiscriminado a drogas en la escuela y bajo nivel socioeconómico. Por otro lado, se tratan de factores de corrección el control de impulsos; el apoyo y supervisión de los padres; las relaciones positivas y las políticas antidrogas en la escuela. Además, tanto los factores de riesgo como los protectores son consecuencia de una combinación de factores biológicos y ambientales.


Como observamos en el gráfico, existe una interacción biunívoca entre los factores biológicos/genéticos (antecedentes familiares de drogodependencia, trastornos mentales, sexo masculino, etc.), así como los factores ambientales (familias disfuncionales, eventos adversos en la infancia, padres consumidores, influencia de los coetáneos, bajo rendimiento escolar, entre otros).


Cuando una persona se inicia en el consumo no tiene consciencia del daño que este le puede generar, percibiendo inicialmente lo que parecen ser efectos positivos: euforia, sentimiento de control y de superioridad, entre otros. Está convencido de que lo tiene bajo control y/o que esta es una fase transitoria que pasará. Sin embargo, con el paso del tiempo y el consumo continuo, la capacidad del individuo para autocontrolarse se deteriora gravemente, tiene mayor necesidad de aumentar el consumo en cantidad y/o frecuencia para conseguir el efecto inicial, fenómeno que se conoce como “tolerancia”. Tanto la disminución en el autocontrol y la tolerancia frente a la sustancia son señales que indican presencia de adicción.


Entonces, si las consecuencias del consumo son claramente perjudiciales para quienes son drogodependientes, la pregunta sería: ¿por qué la gente consume drogas?


  1. Para sentirse bien: las drogas pueden producir sensaciones intensas de placer. A esta euforia inicial le siguen otros efectos que varían según la sustancia que se consuma.

  2. Para sentirse mejor: algunas personas que sufren de ansiedad social, estrés, depresión, inician el consumo para intentar sentirse menos ansiosas y así poder calzar mejor en los grupos sociales. El estrés es un factor importante tanto para iniciarse en el consumo, continuar e inclusive en recaer cuando las personas intentan recuperarse de la adicción.

  3. Para desempeñarse mejor: frente a la presión y con la intención de mejorar su concentración (en la escuela, universidad, actividades deportivas, etc.). Este puede ser un factor en quien decide probar las drogas o continuar su consumo, en especial en el caso de estimulantes prescritos o cocaína.

  4. Por curiosidad y presión social: Los adolescentes, en particular, corren un mayor riesgo debido a que la presión de los compañeros suele ser muy fuerte. Por ello estos son más propensos que los adultos a actuar en forma arriesgada o desafiante para impresionar a sus amigos y demostrar independencia de los padres y normas sociales.



En conclusión, la drogodependencia es un trastorno en el que la pérdida de la autonomía, la imposibilidad de sentir placer por las cosas simples de la cotidianidad y la irracionalidad del consumo continuo de la sustancia construye un camino donde la destrucción del individuo es inminente arrastrando en esta vorágine a sus seres queridos y su grupo social. La droga construye barrotes que encierra al adicto en una cárcel donde el sufrimiento será permanente. Por esto es necesario estar atentos a aquellos factores que pueden poner en riesgo a los jóvenes y, en caso de que el consumo ya haya iniciado, intervenir tempranamente para evitar que la enfermedad se instale. La tarea es de todos: el individuo, la familia y la sociedad en su conjunto.


Lic. Ximena Abugattas Salem

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