Actualizado: 8 mar 2019
Con mucha frecuencia recibimos en la consulta padres sumamente preocupados por el hecho de haber descubierto que sus hijos consumen marihuana. Si bien es cierto, al principio estos jóvenes tratan de negar el consumo ante la evidencia mostrada por los padres (pipas, hierba, cigarros en el maletín, la mochila o los bolsillos del pantalón) con frases como “eso no es mío” o “un amigo me lo dio para que se lo guardara”. Posteriormente aceptan el consumo y minimizan el hecho argumentando: “si todo el mundo lo hace”, “en otros países está permitido”, “es algo natural”, “es medicinal”. Ante estas respuestas los padres se ven inhábiles para sustentar por qué no deberían consumir esta droga, ya que no conocen el daño potencial que podría generar en sus funciones cerebrales.

El último estudio epidemiológico realizado por el Centro de Información y Educación para la Prevención del Abuso de Drogas (CEDRO), muestra que el consumo de marihuana en los últimos años ha aumentado de manera alarmante en la población, pasando de 5,6% en el 2010 a 8 % en el 2015. Los expertos afirman que este fenómeno es consecuencia del aumento de la tolerancia social al consumo, debido a una falsa percepción de los efectos medicinales de la marihuana, sumada al absurdo de que, como es una planta, “es natural” y, por ende, no daña.