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La importancia de los abrazos para nuestra salud mental

Actualizado: 29 sept 2021


Dar y recibir abrazos tiene un efecto terapéutico. En 20 segundos es posible obtener prácticamente todos los efectos positivos que un abrazo puede proveernos. Estos son los resultados de una investigación llevada a cabo por el neuroeconomista Paul J. Zak quien narra en una TED Talk sobre cómo son necesarios al menos ocho abrazos al día para sentirse más felices. “En el momento que se entra en contacto con la persona las respuestas emocionales son inmediatas”.


La explicación la podemos encontrar en la propia experiencia. Cuando nos sentimos tristes o desanimados y recibimos un abrazo de un ser querido tendemos a aliviarnos y desarrollar una cierta calma frente a la situación que estemos afrontando. Pero ¿A qué se debe este sentimiento tan gratificante? En principio hay cierta influencia evolutiva que explica dicha propensión a requerir del contacto físico para alcanzar cierto grado de bienestar.


La evolución de los abrazos


Remontémonos a nuestros antepasados: Los monos y los simios. ¿Alguna vez se han detenido a ver cómo interactúan? Quizás sí, puede haber sido en el zoológico, en una película o incluso, en algún video de YouTube. Si se han puesto analíticos, se habrán percatado de que los monos tienden a relacionarse mediante el aseo interindividual. Un aseo muy particular en el que tienden a rebuscar entre el pelaje de sus pares para extraer la suciedad.


Este particular método de interacción se ha mantenido hasta llegar a nuestra especie. Claro, no es común que nos detengamos a analizar la cabeza de un extraño, pero en definitiva hemos tenido este tipo de contacto con nuestros padres o personas muy cercanas a nosotros. Para nosotros, esta interacción no implica necesariamente un proceso de limpieza, sino, un proceso de demostración de afecto (El famoso “piojito” o “rasca-rasca”).


Esta caricia lenta estimula un conjunto particular de nervios: las neuronas táctiles del tipo c aferentes. Estas neuronas las podemos encontrar en zonas donde crece el vello y responden únicamente al contacto propiciado por las caricias lentas y ligeras. A su vez, cuentan con una ruta directa al cerebro donde desencadenan la liberación de endorfinas.


Las endorfinas son neuropéptidos, pequeñas moléculas que las neuronas del cerebro utilizan para enviar señales entre sí. Las endorfinas son parte del sistema de control del dolor y producen un efecto analgésico similar al de la morfina. Sin embargo la endorfina y la morfina difieren en dos aspectos clave: Las endorfinas son 30 veces más eficaces como analgésicos que la morfina, y no generan adicción.


¿Y los abrazos donde quedan? Pues mediante diversos estudios de imágenes cerebrales se ha demostrado que el simple hecho de abrazar a alguien más puede llegar a desencadenar una respuesta masiva de endorfinas dentro del cerebro humano. Y, claro está, al hacer el paralelo, esta resulta ser la misma respuesta que tienen los monos en sus cerebros al momento de acicalarse.


A su vez, a nivel social, el abrazo tiene un posicionamiento más relevante en contraste con el “piojito”, y es que cuando vemos a alguien triste, no nos limitamos a acariciarle la cabeza, sino que intentamos calmarlo entre nuestros brazos para transmitirle un sentimiento de protección, aceptación, comprensión y afecto. Claro está, no nos ponemos a pensar en todos estos aspectos al momento de abrazar a la otra persona, simplemente lo hacemos. Es un impulso, así como cuando los simios deciden acicalarse entre sí.


Abrazos, neurotransmisores y amor propio


El abrazar también ayuda a desencadenar una hormona denominada oxitocina, conocida como la hormona del amor, que es un neurotransmisor que actúa en el sistema límbico, el centro emocional del cerebro, fomentando sentimientos de alegría que reducen la ansiedad y el estrés. Además, cuando tenemos oxitocina en la sangre nos volvemos más sociables y tendemos a ver a la gente con otros ojos. Precisamente porque dicha hormona, al ser conferida mediante una interacción corporal con otro individuo, nos provee de un sentimiento de devoción, confianza y unión. Esto facilita y fomenta el desarrollo de nuestras relaciones interpersonales.


Por su parte, cuando los abrazos son dados de padres a hijos, además de fomentar las relaciones interpersonales, se genera un sentido de protección y aceptación. En este sentido, el abrazo se interpreta por el hijo como una fuente de afecto, valoración y respeto hacia su identidad, lo cual, finalmente termina ayudando a que el hijo desarrolle amor propio y un sentido de pertenencia.

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