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Distimia: un trastorno silencioso

También conocido como trastorno depresivo persistente o depresión crónica, la distimia es un trastorno afectivo crónico que afecta, según la Revista Panamericana de Salud Pública al 3,6% de la población peruana. Sus síntomas sin embargo, han sido poco estudiados y normalizados en nuestra sociedad, y por ende, puede que, sin una adecuada atención psiquiátrica, el paciente sienta que solo está cansado o que aquella apatía o introversión que padece sean parte inherente de su personalidad agravando así su trastorno y aumentando la posibilidad de padecer un trastorno depresivo mayor.


Lo cierto es que esta enfermedad se caracteriza por producir sentimientos de desesperanza en quienes lo sufren así como afectar la productividad, estado de ánimo, apetito, capacidad de tomar decisiones, concentración autoestima e incluso las horas de sueño. De igual forma, las causas de este trastorno pueden ser tan variados como sus síntomas, pues pueden derivarse de factores orgánicos y neurológicos, de factores psicosociales como estrés así como de factores hereditarios.


Aunque los estados anímicos de depresión no son tan graves como los de la depresión mayor, la distimia tiene la capacidad de afectar relaciones y proyectos personales a largo plazo, pues la persistencia de sus síntomas pueden durar años afectando a quienes lo padecen e incluso la forma en la que interactúan con otras personas.


Resulta interesante saber que si bien no hay una forma de sortear este trastorno, podemos llevar a cabo ciertas estrategias que nos permitan apaciguar sus síntomas. Por ejemplo, se pueden desarrollar tácticas para manejar el estrés así como trabajar cada día en nosotros mismos para fortalecer nuestra autoestima. De igual forma, es importante reconocer que existen personas a nuestro alrededor que se preocupan por nuestro bienestar, este pequeño ejercicio evitará que nos aislemos y afrontemos momentos de crisis sin compañía.


Finalmente, la distimia, a pesar de ser conocida como un trastorno crónico y cuya duración se extiende de dos a más años, tiene tratamiento y puede afrontarse, ello a través de medicamentos o de psicoterapia. No obstante, es importante recalcar que, por su durabilidad, este trastorno requiere de mucha fuerza de voluntad y decisión del paciente para poder mejorar en el largo plazo, especialmente porque es un trastorno que suele acompañarse de otros como la ansiedad e incluso el abuso de sustancias y porque existe una alta tasa de probabilidad de que quienes lo sufren, afronten una recaída si no continúan con el tratamiento indicado.


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