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Cuando el cuerpo habla: Trastornos psicosomáticos

Actualizado: 14 sept 2019

Durante los primeros años de vida, antes de poder expresarnos a través del lenguaje hablado y ser capaces de contar lo que sentimos, utilizamos el cuerpo para expresar nuestros sentimientos. Esto se debe a que las emociones todavía no pueden ser elaboradas psíquicamente, por lo que son comunicadas a través del cuerpo en forma de llanto, cambios en la respiración y en el ritmo cardíaco, inquietud, etc. Es así como la somatización (expresión de las emociones a través de los órganos que forman parte del organismo) aparece como primera forma de comunicación al principio de nuestras vidas.


Durante este primer momento, son los padres los encargados de hacer una lectura de estas emociones y poner en palabras lo que le ocurre al infante. Sin embargo, poco a poco el lenguaje hablado irá dándole forma a nuestro psiquismo y enriqueciendo nuestro repertorio emocional básico.


¿Pero qué pasa si después de haber superado esta fase, ya facultados con la capacidad del lenguaje, no podemos poner en palabras lo que sentimos?


Cuando una persona siente dolor o algún otro síntoma físico, tiende a atribuirlo a alguna enfermedad; sin embargo, de las molestias que padecemos solo el 5% se deben a enfermedades, mientras que el 70% están relacionadas con causas naturales o ambientales y el 25% restante obedecen a causas psicológicas.


En este sentido, se ha descrito que la dificultad para expresar las emociones podría ser un factor predisponente para las dolencias psicosomáticas. Entonces, la enfermedad se convierte en el medio por el cual nuestro cuerpo habla y nos dice que algo no funciona bien, solicitándonos un cambio hacia la salud. Como bien decía Jung: en el cuerpo se incrustan los mensajes de nuestro mundo emocional, es por ello que somatizamos lo que sentimos.


Las molestias físicas sin explicación médica, por tanto, son conocidas como trastornos psicosomáticos. El rasgo principal de estos trastornos es la presentación reiterada de síntomas somáticos difícilmente explicables y sin justificación orgánica, cuya aparición y desarrollo se ven influidos por variables psicológicas. Esto se debe a que la mente (psique), afecta al cuerpo (soma); es decir que el estrés mental influye en el estado de los órganos, generando enfermedades y/o dolencias.


Cabe aclarar que hablar de enfermedades psicosomáticas no significa que lo que se esté padeciendo no sea real, mucho menos que sea inventado; de hecho, algunas situaciones de la vida generan un estrés tal que, con el tiempo, acaban causando dolor físico o lesiones orgánicas: úlceras y/o acidez estomacal, dolores de cabeza, lumbalgias, alteraciones intestinales, alteraciones de piel, dolores musculares difusos, etc.

Ahora bien, ¿cómo podemos hacerle frente o impedir la aparición de este tipo de dolencias?


El primer paso es escuchar a nuestro cuerpo para comprender cómo nos afectan las situaciones que vivimos y aquello que sentimos. El segundo paso es poner en palabras lo que sentimos, pues la palabra aporta consciencia a nuestras emociones. Finalmente, es importante entender que no podemos controlarlo todo, por lo que debemos ser flexibles ante los cambios y los imprevistos, lo que va a implicar desarrollar nuestras capacidades de adaptación y aceptación.


Nuestro malestar desaparece en la medida que logremos experimentar nuestras emociones con libertad y desde una buena conexión con el propio cuerpo. ¿Lo probamos?


Lic. Giomy Riveros Arenas

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